domingo, 28 de febrero de 2010

En Memoria de Pasqual GINER

A la Memoria de mi amigo y compañero, Pasqual Giner

“no nos quitarán el dolido sentir…”
Azorín


I /

El 26 de Enero de 2010, se cumplieron 13 años de la muerte de Pasqual Giner, buen camarada, amigo y sobre todo hombre de la historieta.

Hombre de mil estudios y mil profesiones, Pasqual fue sobre todo un amante de la prensa y de la imagen, de los libros y de los tebeos, de todo cuanto pertenece al mundo de papel que entre tantos construimos desde la juventud, ya pasada con el siglo XX.
Finalmente, Pasqual resultó ser dibujante, grafista, director artístico, teórico del medio y sobre todo coleccionista y archivista de los retazos de imágenes que caían en sus manos.

En lo profesional maquetó libros e hizo carteles resistencialistas para grupos catalanes y nacionalistas antes de la transición política y también después. Para comer hizo diseño para empresas varias, entre ellas las Galerías Maldá de Barcelona. Y logró, como solo algunos de nosotros alcanzamos, aunar profesión y vocación gracias a su entrada en el mundo de la historieta. Durante años, una gran parte de su vida y sobre todo de su actividad giró en torno a la librería Continuarà, de Barcelona, y a Joan Navarro, y para ambos maquetó Boletines, Fanzines y hasta revistas, la primera Viñetas fue obra suya.
Más tarde, con Navarro, pasó a la Editorial Norma, donde fue grafista, después Director Artístico y miembro del Consejo Editorial. Aportó trabajo pero también ideas.

Pasqual estuvo en todo lo que se coció en torno a la historieta en la Barcelona de los años 80 y 90: presentaciones de novedades, exposiciones, jurados del Salón del Cómic, comités culturales, proyectos de nuevas publicaciones, actos varios, nuevas revistas, descubrimientos de guionistas y dibujantes... y a todo ello y en todo momento aportó un interés y una dedicación totales.

Pero pese a todo y a su interés y a su dedicación Pasqual fue uno de los muchos derrotados por la irrupción e imposición del ordenador.
A partir de aquí se cumplió una ley inexorable y no escrita por la que el pasado se va perdiendo al diluirse en el tiempo, hecho aún más grave aún en el mundo de la historieta en el que la memoria de la historia del medio y de sus gentes parece que siempre comienza hace solo pocos años... Y así constantemente se pierden en el tiempo historietas y autores, pero, sobre todo, el nombre y el recuerdo de los menos famosos. Razón por la que hoy vuelvo a escribir sobre Pasqual --ya lo hice hace cinco años en la sección “Cosas de Tebeos”--, para traerle de nuevo aquí, vivo en mi recuerdo.

Me remito a aquel escrito. Y otra vez reproduzco aquí aplicado a él mismo lo que el propio Giner escribió con motivo de la muerte de la revista Cimoc: “(...) un adios anunciado por los tiempos en los que nos ha tocado vivir... o un hasta pronto esperado.(...) ahorrémonos la lágrima furtiva y organicemos una cena, porque hay amistades que se alejan, por las razones que sean, pero siguen siéndolo (...)”

Así sea. Y al igual que hace ocho años, mi deseo de que ojalá la Historia de la historieta española llegue un día a guardar el recuerdo de la vida y la obra de todos los profesionales, técnicos y colaboradores que le dieron vida y hoy permanecen ignorados.

Espéranos, Pasqual amigo...




II/

In Memoriam, Pasqual Giner
y otros “desconocidos” de la industria española del comic...

(Sección Cosas de Tebeos, publicada en la Revista digital Tebeosfera)


El día 26 de Enero de 1997 murió PASQUAL GINER. Se cumplen ahora CINCO años de su muerte. Y esta muerte y su aniversario son para mí doblemente motivo de recuerdo y reflexión.

Por la entidad humana de Pasqual Giner, a cuya memoria no se ha hecho justicia (los primeros sus otros amigos, tampoco yo). Y por representar Giner a esa enorme cantidad de técnicos que participan en la edición de los cómics, y que permanecen ignorados o, más bien, que son voluntaria y decididamente olvidados por las empresas, y mayoritariamente por los críticos y estudiosos y, lógicamente desde lo anterior, también por los lectores. Por todo ello y por más quiero dedicar este espacio a su recuerdo.


Sobre los deconocidos de la Industria

Habitualmente, cuando los lectores y los “frikis” hablan, escriben o “gritan” sobre comics, se refieren primero a los títulos y personajes que prefieren y que provocan más y mejor su atención. Después a los autores (sobre todo el dibujante, y últimamente algo más al guionista). Y final-mente se interesan por la editorial que produce los cómics.

En este último caso y con un poco de suerte ( ¿? ) puede que dediquen unos minutos al Editor en Jefe (Director Editorial) de la empresa y al redactor (editor) encargado de la colección que les interesa; siempre con un total desconocimiento del funcionamiento jerárquico de la Empresa --que, por supuesto, es piramidal y cuya cúspide no la ocupa el Director Editorial— y de sus mecanismos internos, así como de los procesos de toma de decisiones, de las responsabilidades y de quién (y porqué) las asume y de cómo se decide la política editorial de la Empresa (con el agravante de que a veces hay varias “políticas editoriales”, que se superponen o que se enfrentan, y no dialécticamente...)

En general, ahí acaba su atención e interés. Lectores de a pie ocasionales, lectores profesionales, coleccionistas, completistas y “frikis”, en escasas ocasiones prestan atención ni se interesan por el equipo humano que da vida a las ediciones particulares de cada país.

Ello significa que en España y en las ediciones españolas de tebeos, comic books y manga, es frecuente no prestar atención al trabajo del traductor, como no sea para criticarlo negativamente, y olvidar al rotulista, al corrector de textos y rotulaciones, al grafista realizador de onomatopeyas (que no siempre es el rotulista), al maquetista y compaginador, al grafista-colorista-montador de la cubierta y a los varios colaboradores literarios y gráficos que pueden intervenir en el proceso de fabricación del tebeo.

Y, por supuesto, los lectores olvidan y a veces parecen desconocer que existen los supervisores (o realizadores, coordinadores o editores externos, que todos estos nombres y más reciben) responsables del buen hacer (y a veces del mal hacer) de los equipos de colaboradores externos. Realizadores o supervisores que, bajo la responsabilidad directa del editor, garantizan la entrega puntual y con calidad de los materiales finales necesarios para la impresión de la edición española.

Además, los lectores desconocen el trabajo oculto que realizan los varios redactores literarios y gráficos (sobre todo gráficos) que en la editorial cuidan el acabado y el “look” de cada tebeo, la calidad de las cubiertas, el cumplimiento de los datos legales que cada tebeo debe llevar, la entrega a imprenta de los fotolitos, el control y corrección de las pruebas ozálicas (o ferros), el cumplimiento de las órdenes publicitarias y el seguimiento de los calendarios de aparición.

Todo esto se olvida y, como mucho, se recuerda el nombre del Director Artístico. Pero es fundamental saberlo: sin el apoyo, la dedicación y el trabajo de todos estos profesionales que, fuera y dentro de la Editorial, colaboran a la realización de cada tebeo... ningún editor ni ningún Director Editorial pueden nada. Sin todos esos colaboradores olvidados o ignorados no habría tebeos.

Pasqual Giner, un profesional y un amigo

Este es el caso de Pasqual Giner. Y de su trabajo de muchos años en el mundo del cómic.

Como aficionado dando soporte siempre que fue menester a fanzines y ediciones de Joan Navarro, de Albert Mestres y otros ilustres, con ideas y con trabajo. Como profesional con dedicación a tiempo entero en Norma Editorial, como grafista, maquetista y diseñador, sin que se reconociera su condición de director artístico. Como estudioso y divulgador de la historieta animando a unos y a otros a trabajar en investigaciones, mesas redondas y exposiciones sobre la historieta... mientras que para sí fue perezoso y escribió poco. Pero sacó tiempo para colaborar como grafista y cartelista, un sí es no panfletario, con las gentes del “hecho diferencial catalán”... Y vivió la ilusión de formar una extensa y muy completa biblioteca documental sobre la imagen y muy específicamente sobre la historieta.

Pasqual Giner comenzó estudios superiores que nunca siguió y acabó dedicándose al grafismo publicitario y político, por caminos que desconozco. Se relacionó con gentes de la arquitectura, la pintura y el diseño de Arte, comprometidos en mayor o menor grado con el sentido de la historia. Y, al mismo tiempo, poco más o menos, con las gentes de los tebeos. Y si bien su pensamiento permaneció fiel a los primeros, no pudo evitar que sus sentimientos y su estética se decantasen por el colorido universo de los héroes de papel.

Tras muchas colaboraciones amateurs con Navarro, éste se lo llevó un día a Norma y allí hizo de todo en todas las publicaciones de la editorial durante muchos años. En Norma tuvo por compañeros, sucesiva y acumulativamente, a Joan Navarro, Susa, Flor Castellanos, Profesor Sigrid, Enrique Sánchez Abulí, Antoni Guiral, Laureano Domínguez Caamaño y tantos más, además de tratarse con la flor y nata de los dibujantes españoles que en los años 80 y 90 colaboraban con Rafael Martínez, gran boss de Norma Editorial. Y formó parte del Consejo de Redacción de la revista Cimoc.

Así durante muchos años, en una constante actividad. Hasta poco antes de su muerte, cuando su mundo particular hizo aguas y, en paralelo, comenzó a vivir con cansancio y cierta desgana su oficio (justo cuando éste se transformaba y se hacía “otro” a causa del cambio tecnológico).

Pasqual Giner fue grafista y maquetista de los tiempos “heroicos”, cuando no existían ordenadores y el “letraset” aún era un invento revolucionario y el montaje de originales una especie de “corta, pega y colorea” manual. Por lo que, como tantas otras veces ha ocurrido, los grandes cambios profesionales (sumados a los problemas personales) apartaron a Giner de la primera línea de trabajo en el mundo de la historieta.

No se trata de un caso aislado ni raro. Ocurre siempre que se producen innovaciones radicales que afectan a una especialidad técnica. Unos profesionales se adaptan a los cambios y otros muchos abandonan. En este caso se trata de los diseñadores gráficos que en la primera mitad de los 90, en España, no supieron y no quisieron adaptar sus capacidades al mundo de los bytes y de los pixels.

Hay ejemplos cercanos, como los de José María Álvarez y Xavier Balmaña, grafistas que tenían un pequeño estudio de diseño y publicidad, aficionados a los tebeos, miembros del C.A.H., que solían dejarse caer muchos días al atardecer por la librería Continuarà para curiosear las novedades, comprar y echar un rato de palique. La suma de cuestiones personales y el cambio tecnológico hicieron que Álvarez fuese dejando el grafismo, para acabar, más tarde, creando la librería Cinelandia --a él como librero debo con gratitud el cartel extra-gigante de En la Ciudad Blanca, de Tanner, que desde entonces preside mi rincón de trabajo, e ilumina con la reparadora luz del Tajo el pentium y demás máquinas de escritura y trabajo--. Mientras que Xavi Balmaña, incapaz de adaptarse a los nuevos rumbos que el ordenador imponía al diseño gráfico acabó, después de varios tumbos, por libre elección y feliz, como mozo y jefe del almacén de Glénat Editores. Desgraciadamente, acaba de morir de repente apenas hace dos meses, cuando parecía feliz con su vida.

En la vida como en la muerte, Pasqual Giner

Pasqual Giner, libre (en todos los niveles de su vida) y con algún dinero, pero sin una obligación de trabajo diario, sin excesivas ilusiones ante la cara que los años 90 presentaba, vivió su marcha de Norma Editorial, más un cambio de domicilio, con su biblioteca en cajas... con un cansancio vital creciente. Todo sumado le fue sumiendo en una depresión de la que sus amigos no supimos y no hicimos lo necesario para ayudarle a superarla.

Y un día se encontró marginado por algunos, ignorado por una mayoría y casi olvidado por todas las gentes del mundo del cómic.

En ese momento, 1996, 1997, Giner vivía en Poblesec (barrio popular por excelencia, muy cercano al dominical Mercado de San Antonio), se repartía la propiedad de un gato con otra vecina, se sabía marginado, estaba enfermo y se dejaba deslizar por la vida sin ilusiones...

El 28 de febrero de 1997 el padre de Pasqual Giner llamó a Joan Navarro que me llamó a mí. Pasqual había muerto el día antes antes. Nosotros nos encontrábamos en Angouleme.

El tiempo pasa. Si los “frikis” y otros aficionados de pro son incapaces de saber qué editaba Bruguera antes de la “Era Ibáñez” o qué dibujantes realizaron las historietas de la colección Hazañas Bélicas o qué personajes protagonizaban las historietas cortas que Blasco dibujaba para El Gran Chicos... es lógico también que los lectores de hoy sean incapaces de decir, porque no los conocen, los nombres de todos aquellos que ha contribuido a fabricar los comic books, los manga, las revistas y los libros de cómics que acaban de comprar hoy mismo en su Comic-Shop preferida

En estas circunstancias ¿quién podría reprocharles que no recuerden el nombre, que no sepan siquiera quién fue y qué hizo Pasqual Giner ?

Ello no impide que el olvido --que en el fondo implica falta de cultura, puesto que la historieta no es otra cosa que Cultura-- duela. Sobre todo si es un olvido voluntario. Hace unos años, poco después de su muerte, propuse a un editor de comics que creásemos un “Premio de Cómic Pasqual Giner”... y aún tengo presente su respuesta negativa, e incluso diría que despectiva hacia Giner.
Me dolió. Me duele aún...

Acabo con un texto del propio Pasqual Giner, publicado en la revista Cimoc nº 176 (marzo de 1996), como despedida de la misma, y que seís años después sigue vigente: “(...) un adios anunciado por los tiempos en los que nos ha tocado vivir... o un hasta pronto esperado.(...) ahorrémonos la lágrima furtiva y organicemos una cena, porque hay amistades que se alejan, por las razones que sean, pero siguen siéndolo (...)”

Así sea. Y ojalá la historia de la historieta llegase a guardar el recuerdo de la obra de todos los profesionales, técnicos y colaboradores que le dieron vida y hoy permanecen ignorados.

Adiós, Pasqual.